Yo lo que quiero es mirar
desde el punto y final de mi historia,
todo lo que he escrito
hasta la última coma…
desde el punto y final de mi historia,
todo lo que he escrito
hasta la última coma…
…Y así…
sonreír…
y decir…
he vivido…!!
sonreír…
y decir…
he vivido…!!
El orgullo llenando mi mente.
La felicidad invadiendo mi corazón,
y una sonrisa en mis labios…
La felicidad invadiendo mi corazón,
y una sonrisa en mis labios…
Adiós mundo,
adiós gente,
el resto os lo encargo…
y vivir sin mirar atrás,
recordando el pasado
y creando presente.
adiós gente,
el resto os lo encargo…
y vivir sin mirar atrás,
recordando el pasado
y creando presente.
Y así…
quiero vivir para siempre
por mi mismo en mi vida
y después de la muerte.
No en recuerdo,
no por mi nombre,
sino en que otra gente viva
viviendo el presente…
quiero vivir para siempre
por mi mismo en mi vida
y después de la muerte.
No en recuerdo,
no por mi nombre,
sino en que otra gente viva
viviendo el presente…
…Como hice yo…
hasta el punto y final,
en mi muerte.
hasta el punto y final,
en mi muerte.
En mi familia éramos muchos y todos nos parecíamos bastante, aunque algunos resultábamos más majos; al menos comparados con los más mayores, que eran un auténtico muermazo, siempre hablando de sus cosas de adultos.
No tengo demasiados recuerdos de esa época, quizás porque ha pasado mucho tiempo y, las cosas tienden a almacenarse en orden cronológico quedando así, las más antiguas debajo del montón. Porque, desde luego no creo que tenga Alzheimer (pequeño orgullo del que puedo presumir, o no; pues olvidar a veces podría ser un privilegio, ya que hay cosas que permanecen imborrables, en mi cuerpo y mi memoria, de las que me gustaría deshacerme).
No tengo demasiados recuerdos de esa época, quizás porque ha pasado mucho tiempo y, las cosas tienden a almacenarse en orden cronológico quedando así, las más antiguas debajo del montón. Porque, desde luego no creo que tenga Alzheimer (pequeño orgullo del que puedo presumir, o no; pues olvidar a veces podría ser un privilegio, ya que hay cosas que permanecen imborrables, en mi cuerpo y mi memoria, de las que me gustaría deshacerme).
El primer lugar en el que vivimos era una antigua mansión de un anciano viudo. Él nos tenía mucho aprecio y nos trataba como a los miembros de la familia que nunca tuvo. El cariño con el que nos cuidaba era inmenso y toda nuestra familia era feliz conviviendo con él. Pero los años pasaron y el anciano falleció. Nosotros tuvimos que abandonar la mansión y vagamos errantes durante un tiempo.
El siguiente lugar en el que nos asentamos fue en una biblioteca enorme, en la que trabajábamos mucho cada día, pero merecía la pena, era divertido y estimulante, además gracias a ese trabajo nos ganamos un lugar donde alojarnos. Pero pasó un tiempo y la biblioteca la quemaron unos vándalos desalmados en contra de la cultura y el conocimiento. Tuvimos suerte, logramos salvarnos gracias a un grupo de muchachos de la ciudad, al contrario que el bibliotecario mayor, que prefirió morir entre sus amados libros. Uno de mis hermanos tampoco consiguió huir de las llamas y a otros les quedaron graves secuelas del incidente.
A partir de aquí, después de vagar y sobrevivir como pudimos un tiempo, después de quedarnos tirados en la calle, al frío, a la intemperie, al rocío y a la nieve, cada uno siguió un camino distinto del resto. Pocas veces volvimos a vernos, salvo algún reencuentro fugaz y fortuito de apenas unas horas o menos.
Los años pasaron, y como a todo individuo de mi edad, acostumbrado al trabajo duro sin remuneración, a los escasos cuidados tanto físicos como psicológicos, comenzaron a aparecer las marcas que el tiempo mantendría imborrables y sólo dejarían de ser visibles al ser cubiertas por cicatrices mayores. A pesar de mi juventud ya estaba marcado de por vida.
Recuerdo una vez que estaba yo en un bar de esos en lo que el alcohol rezuma por doquier. Aún era muy joven, pero, no estoy seguro de cómo, acabé allí. He de decir que no estaba en mi mejor momento. Siempre recordaré la mirada triste de un hombre de mediana edad al observarme allí tirado en un rincón, cubierto de un repugnante olor a alcohol. “¿A dónde llegará la juventud?” debió pensar. Me sostuvo como pudo, tras secarme con un pañuelo los restos de bebida que me cubrían de arriba abajo, y me llevó con él. En su casa me dio un limpiado a fondo y llamó a un especialista para que me examinara. Sin duda yo no presentaba un aspecto muy saludable, pero tras una serie de cuidados intensivos, podría decirse que reviví (aquello fue mano de santo). Doy gracias siempre por haberme encontrado con aquel hombre; de no haberlo hecho no sé que hubiera sido de mí.
Después de un tiempo volví a mi vida itinerante, viajé con un pariente de ese hombre alrededor del mundo en un barco enorme y gracias a eso descubrí mil lugares, observé parajes maravillosos y conocí multitud de personas diferentes. Finalmente, abandoné el barco y emprendí mi viaje en solitario.
En esta época, no estoy seguro de la razón, las mujeres comenzaron a interesarse por mí; aunque yo no me considero particularmente interesante, la verdad. Compartí alcoba con muchas de ellas, aunque la mayor parte de las veces acababan derramando sus lágrimas sobre mí, y ahí me quedaba yo, como un confidente que escucha sus llantos y penas; no sabía cómo interpretar este hecho.
Conocí también gente peculiar que me llevó a los lugares más extraños en los que jamás habría imaginado estar: un palacio, un burdel, más tabernas, el despacho de varios dictadores (les conocí en persona y todo),… Siempre me he preguntado por qué mis conocidos me llevaban a esa clase de lugares, pero nunca hallé la respuesta.
Sobreviví a dos guerras que tuvieron lugar a finales de un siglo, en las que participó toda la humanidad, en las que la barbarie fue plato de cada día, aunque, claro está, con cicatrices abundantes por culpa de la lucha. Casi muero un par de veces pero gracias a conocidos logré salvarme.
Pasados los años llegaron épocas de prosperidad para algunos países y para otros al menos una cierta calma, poco a poco, eso sí. Pero yo me encontré encerrado en una dictadura. Viví escondido en un zulo, en una casa, junto al marido de la dueña de dicha casa, casi treinta años, pues no hubo oportunidades para cruzar la frontera y si me cogían significaría mi muerte con toda seguridad.
Tras la dictadura recuperé de nuevo la libertad, pude ir a donde quise aunque aquellos años de encierro me habían dejado agotado psíquicamente.
A medida que avanzamos hacia el nuevo siglo, la sociedad se moderniza a pasos agigantados y poco a poco me siento viejo e inútil; no soy capaz de encajar en esta nueva era. Las nuevas generaciones cuando me observan, muchas veces se ríen de mí sin disimulo, aunque he de reconocer que algunos me admiran con ojos de interés y curiosidad (en el buen sentido), pues creen que soy alguien con muchas cosas que contar y no un viejo que no sirve para nada. Sin embargo otros como yo, aunque más jóvenes, que conocen mucha de nuestra historia y del mundo nos están dando de lado y eso que ellos no han vivido ni una cuarta parte de lo que lo hemos hecho nosotros y no llevan grabada su vida e historia a fuego en su cuerpo y sus entrañas.
Estoy viejo y sé que no me queda mucho, supongo que intentarán salvarme pero es posible que sea inútil; un día de estos dejaré de pensar, mi conciencia se apagará y no seré más que un cascarón vacío, por eso, antes de que esto ocurra te diré:
“He tenido una vida de la que no me arrepiento, he sentido, he hallado, he buscado y he encontrado cosas que jamás imaginé, cosas que desconocía; he conocido parte del mundo, pues es demasiado inmenso para conocerlo todo, aún me quedaba mucho más. He recorrido mi camino y ahora, al final, miro hacia atrás con orgullo, porque creo que poco a poco conseguí enderezar mis renglones torcidos y aunque no viví de la mejor de las maneras posibles que existen, eso sí lo tengo claro: viví y eso es lo que importa.
Soy un libro y he vivido…”
“He tenido una vida de la que no me arrepiento, he sentido, he hallado, he buscado y he encontrado cosas que jamás imaginé, cosas que desconocía; he conocido parte del mundo, pues es demasiado inmenso para conocerlo todo, aún me quedaba mucho más. He recorrido mi camino y ahora, al final, miro hacia atrás con orgullo, porque creo que poco a poco conseguí enderezar mis renglones torcidos y aunque no viví de la mejor de las maneras posibles que existen, eso sí lo tengo claro: viví y eso es lo que importa.
Soy un libro y he vivido…”
Y hasta aquí llega mi vida, mi confesión, mis palabras para el mundo.
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