miércoles, 2 de febrero de 2011

El joven, rebelde con causa

"Esta redacción fue escrita, es posible, que cuando aún tenía un concepto muy cerrado y unitario de la sociedad."


Un día llegas a casa, después de clase, agotado y con el alma en los pies porque te has peleado con tus amigos y has suspendido varias asignaturas. Nada más entrar por la puerta, vas corriendo a tu cuarto y te encierras allí. Tirado en la cama crees haber tocado fondo y poco a poco dejas que la tristeza te consuma. Varias horas después sales de tu cuarto, eres tú, pero algo ha cambiado, hay algo diferente.
Poco a poco dejas de ir a clase, y cuando vas contestas a los profesores, insultas a tus compañeros, estás enfadado con todo el mundo, ya que los consideras culpables de tu desgracia. Además cateas todas las asignaturas, el estudio ya no te motiva, te agobia y te cansa. Tus amigos se preguntan que ha pasado con aquel chico simpático de notable, pero no conocen la respuesta, puesto que has levantado una barrera que te aísla de los demás. Te has colocado una máscara, en la que no hay ni rastro de aquella persona que fuiste.
Esta podría ser una razón para acabar comportándote como un rebelde. Puede que haya ejemplos peores, pero esto sólo es eso, un ejemplo.
En mi opinión, mucha gente se comporta mal en clase y posiblemente también en casa sólo para que le presten atención. Otras tienen razones más profundas que les corroen por dentro y no les dejan respirar a pleno pulmón.
Pero ¿quién no ha tenido un compañero con problemas de este tipo?, ¿alguien supo como ayudarle a alejarse de ese camino que había tomado?
Frente a otras personas presumen y hacen que alguna gente los admire, pero ¿qué hay tras ese antifaz de chulería?, ¿qué es lo que ocultan a los demás? Algunos, simple capricho por llamar la atención. Otros, cansancio del estudio, o de la vida misma. Y seguramente unos últimos tienen grandes problemas que no saben o no pueden solucionar.
Este problema que al principio puede parecer ser pequeño, sigue creciendo. A lo mejor algunos lo superan con la ayuda de sus seres queridos y la de sus compañeros, pero otros, no tiene tanta suerte.
Algunos es posible que se junten con malas compañías y vayan por ahí quemando contenedores, rompiendo cabinas telefónicas u otros actos vandálicos. Porque ya no hacen distinción entre el bien y el mal, o más bien porque ya les da igual lo que está bien y lo que está mal. Sólo quieren algo con lo que desquitarse, algo que los entretenga y los aísle del mundo un rato.
Por eso cuando veamos que a un compañero le va mal, porque ha suspendido o está triste por algo, debemos intentar animarle. Si no sabemos cómo, porque nunca hemos estado en esa situación o porque no se nos da bien expresarnos, creo que con un simple “cuenta conmigo” bastaría.
Es mejor estar llorando con alguien, y que ese alguien escuche tus penas, que hacerlo tú solo y guardarlas para ti, todo dentro. Porque así llegaría un día que hubiera tantas penas acumuladas que la puerta tras la que las encerramos no aguantaría, sino que empezaría a resquebrajarse hasta romperse del todo. Por eso es mejor que alguien nos escuche, que habrá esa puerta por nosotros cuando necesitemos sacar las penas que nos rasgan el alma. Debemos compartir con los amigos las tristezas al igual que las alegrías, porque los amigos están para lo bueno y para lo malo, los amigos están para escuchar y para ser escuchados.

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